miércoles, 22 de junio de 2011

Lecciones de un optimista


Hoy me han pedido un poquito de buen rollo. Y como estamos de acuerdo en que es la base para la buena suerte y la felicidad, me parece una genial idea J. Y voy a aprovechar para hacer un pequeño homenaje a un optimista que me dio unas buenas lecciones de la vida mientras cruzábamos Madrid.

El otro día (expresión que, por cierto, vale para cualquier día que no sea hoy) cogí un taxi y empecé a hablar con el conductor (más bien empezó él) de cosas de la vida. Hasta ahí nada que pueda extrañar a nadie. Como también es costumbre, de lo general pasamos a lo particular y me acabó contando su vida más reciente que fue como una cosa así:

Se ve que el tipo (lo llamo así ya que no me cabe duda de que es un tipo con suerte), era el típico comercial inmobiliario durante el boom. Vivía de lujo y ganaba una pasta (gansa). Tanto era así que “un día salíamos del trabajo y le decía a mi compañero, ¿nos vamos a comprar unas motos? Y nos las comprábamos”.

Su padre, taxista, viendo como vivía, le aconsejó muchas veces que aprovechase que tenía dinero y que comprase una licencia de taxi cuando estaban baratas. Él, que se veía en la cresta de la ola, siempre le decía que “ni de coña”. “Aunque sea, cómprala y ponemos a alguien a trabajar.” Pero no quiso hacerlo.

Más adelante, su contacto en el banco, el que facilitaba los préstamos a sus clientes para que comprasen los pisos que vendía, le dijo que iban a cortar el grifo. Que ya no había dinero. Sin dinero no hay ventas. Así que rápido se puso en contacto con sus “jefes” y les comentó la situación. Le dijeron que ya estaban enterados y que por favor no dijera nada a sus compañeros. Él  cogió, dejó el trabajo y llamó a todos sus compañeros para decírselo. Y ahí van las primeras lecciones:

1- Move before you have to: Fue capaz de ver que la situación había cambiado y se “movió” antes de quedarse sin trabajo. En ese momento supo ver la que venía encima y, en vez de negarlo, se cogió de una liana antes de que cayera el árbol.

2- Compañerismo: Pero no solo fue capaz de saltar del barco antes de que se hundiera sino que además intentó salvar a todo el que pudo aún sabiendo que se lo habían prohibido.

Así fue como compró la licencia de taxista y se dio cuenta de otra lección de la vida:

3- La experiencia dela hormiguita: Si hubiera hecho caso a su padre y hubiese aprovechado las vacas gordas “estaría igual que ahora pero sin hipoteca” (cito textualmente sus palabras).

En su nuevo trabajo vio que seguía ganando mucho dinero (era una época en que todo el mundo iba en taxi) y trabajando relativamente poco (“solo 10 horas”). Pero su padre le dijo: “Hijo, esto no es así. Ahora la gente está loca y por eso hay mucho trabajo en el taxi, pero cuando las cosas vuelvan a la normalidad vas a tener que currar mucho más para ganar un poco menos”. Por segunda vez, su padre le enseñaba la lección 3.

Pero de toda esta historia, la mejor lección, la que creo que vale la pena aprender; es la última. Mientras me contaba todo esto, el tipo (con suerte) no paraba de reír. Iba conduciendo bien feliz y ni siquiera cuando recordaba como había tenido que dejar la vida de lujo que tenía y como tuvo que reconocer que su padre tenía razón, ni siquiera en esos momentos, hubo en su cara o su voz un gesto de amargura. Era un tipo feliz. Era consciente de que había vivido mejor pero era feliz con lo que tenía. Y no era conformista, seguía creciendo. Gracias a su buen rollo tiene una cartera de clientes fijos que solo le llaman para hacer carreras largas con lo que no se gana nada mal la vida. Y así me regaló una lección muy importante:

4- No importa lo que pase, hay que disfrutar de la vida al máximo y seguir creciendo.

Y ante ese regalo, me he guardado su tarjeta y me he añadido a su “lista de clientes”. Porque por el mismo precio que otro taxi, me lleva y me contagia un poco de suerte.

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