Esta semana es triste. Es triste porque ha fallecido la novia de un gran amigo mío después de un año y medio de luchar contra la leucemia. Una gran persona con un corazón enorme y que ha luchado cada día por seguir disfrutando de la vida.
La verdad es que es poco habitual que los tip@s con suerte estemos tristes. Ya sabéis que las entradas suelen ser muy optimistas y con un punto divertido (sobre todo las últimas cañas y tapas) pero creo que hoy es una buena oportunidad para hablar de un tema que es bastante tabú: la muerte. Pero que nadie se asuste. Aunque sea un tema del que no solemos hablar más que cuando estamos tristes, creo que también tiene un hueco para el optimismo y ese es el que os quiero transmitir.
Como he dicho, no solemos pensar en la muerte hasta que nos toca de refilón. Cuando por desgracia se lleva a alguien cercano o nos da un susto (de muerte) a nosotros mismos. Y en esos momentos estamos demasiado afectados emocionalmente como para reflexionar. Así que aprovechando que hoy (espero) no estés afectado, voy a compartir mi visión del tema.
En primer lugar diré que no me asusta demasiado mi propia muerte. Quizás es que la veo lejana. La verdad es que no soy muy creyente así que cuando pienso en el tema no le puedo dar esa dimensión que le da la iglesia. Pero aun así, estoy convencido de que hay algo después. No podría decir exactamente el qué, pero me da la sensación que no es reencarnación y que no tiene nada que ver con lo que somos ahora. Creo que quizás pasamos a ser otro tipo de “entidad en una dimensión paralela”. Y si suena raro es porque realmente no sé lo que hay después. Pero tengo curiosidad. Creo que al dejar este mundo empieza una nueva aventura de la que no me puedo hacer mucha idea. A veces pienso que quizás en este nuevo estado podré entender muchas cosas que ahora no entiendo y me dan hasta ganas de conocerlo. Pero no te preocupes, todo a su tiempo.
También creo que en este nuevo estado no podré hacer las mismas cosas que hago ahora. Por lo que irme de este mundo no me asusta por dejar de existir sino más bien por las cosillas que me queden por hacer. Así que he decido que voy a vivir todo lo vivible al máximo para aprovechar esta etapa y no dejarme nada por hacer cuando llegue la siguiente.
Pero lo que si da un poco más de miedo es la muerte de los demás. Y es que estoy convencido de que la pena es para los que nos quedamos. Porque mientras esta persona se ha ido a otro lugar dónde todo es nuevo y tiene muchas cosas que conocer, nosotros nos tenemos que quedar en el mismo sitio con el hueco que ha dejado. Para nosotros todo sigue igual menos la persona que falta y la echamos mucho de menos. Sobre todo cuando pensamos que no volveremos a verla. Y ante eso hay poco que decir. Es difícil, sobre todo cuando esa persona llenaba gran parte de tu vida.
Pero la vida sigue. Aunque cuesta, poco a poco vamos rellenando ese hueco con otras personas y llega el día en que casi no notamos ese hueco. Si nos acordamos de la persona pero con más cariño que pena. Y volvemos a ser felices.
Y aunque recorrer ese camino es muy personal, hay una cosa que a mí me ayuda mucho. Estoy convencido de que volveré a encontrar a esa persona al otro lado del lago. Es verdad que pasará mucho tiempo (si todo va bien). Pero un día, cuando ya haya vivido todo lo que tenía que vivir, nos volveremos a encontrar del otro lado y será él o ella la que me guíe en esta nueva etapa.
Por eso cuando alguien se va no le digo adiós, solo le digo “hasta luego”.
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