“La auténtica libertad no reside en hacer siempre lo que quieres hacer, sino en ser capaz de hacer lo que no quieres hacer.” by Alejandro Pérez.
Cada vez estoy más seguro de que hay dos tipos de libertades. La libertad-derecho y la libertad-capacidad.
Libertad-derecho
La libertad-derecho es poder hacer lo que quieras. Desde el nivel más filosófico (el bien o el mal) hasta lo más mundano (beber una copa más) puedes tomar la decisión que creas oportuna. Por supuesto, como se trata de hacer lo que se quiere, es un tipo de libertad muy popular.
Quieres ser libre para ir donde quieras, comer lo que quieras, beber lo que quieras, votar lo que quieras y un eterno etc. Y de hecho, cuando “te quitan” alguna de esas libertades te pones como una moto, te enfadas y reivindicas que te la devuelvan. Ese tipo de libertad, es buena y necesaria. Es más, es un derecho que hay que defender (teniendo en cuenta que la libertad de uno acaba dónde empieza la del otro). Pero eso ya es otro tema.
Como ves, este tipo de libertad depende de los demás. De hecho no es lo que puedes hacer sino lo que te dejan hacer.
Libertad-capacidad
Para mi esta es la auténtica libertad porque tiene que ver contigo. Es lo que tú te permites hacer. Y creo que esta es la pregunta realmente interesante.
Puedes votar a quién quieras, pero ¿eres capaz de votar al contrario si ves que tiene mejor programa? O, ¿serías capaz de pasar la noche de fiesta con música que no te gusta?
Como ves, la libertad no depende de lo que te dejan hacer, sino de lo que tú te dejas hacer. Y es que al final, el mayor tirano es uno mismo.
Un ejemplo muy típico es cuando te vas a vivir sol@. Como te toca a ti cocinar tienes la libertad de cocinar lo que te apetece. Así que la aprovechas para descartar lo que no te gusta, en mi caso lentejas. Así que cada vez las comes menos (por no decir nunca) y cada vez te da más pereza comerlas. En este círculo vicioso llega el punto en que las has eliminado de tu dieta porque ya te dan mucho asco. Pero llega un día en que el plato estrella de tu suegra son las dichosas lentejas. Y ahí estás tú (yo), con cara de póker, cogiendo una cucharada con más temblores que “El Hierro” y montando una escenita. Imaginando mil formas de hacerlas desaparecer o tratando de encontrar alguna buena excusa.
Sin darte cuenta ya no eres libre para comer lentejas. Tenías la libertad de comer lo que quisieras y ahora eres incapaz de comerte un plato de lentejas.
Así, poco a poco te vas limitando y cada vez puedes hacer menos cosas. Hoy son las lentejas y mañana es leer libros. Cada vez te da más pereza hacer algo que no te gusta y cada vez te gusta menos hacerlo.
¿Y qué importa? Pues importa por dos razones:
1. Ser incapaz de elegir negro es lo mismo que si te obligan a elegir blanco. No eres libre.
2. ¿Y si no queda blanco?
¿Y qué hacer para evitarlo? Pues te dejo un truco muy sencillo:
De vez en cuando elige lo que no te gusta. Come lentejas una vez al mes y por lo menos se te quitará la tontería. Si ves que tienes muchas arcadas, dos veces al mes hasta que se pasen. Si lo consigues podrás añadir una opción más a tu abanico de elecciones y quizás un día descubras que esa es la mejor.
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