Voy a aprovechar que tenía que hacer un trabajo para el curso de coaching y hoy os voy a hablar de la AVERSIÓN, el DISGUSTO y el ABURRIMIENTO. Los tres están dentro del mismo “pétalo” de las emociones y van desde más intenso a menos intenso.
Según la RAE, la aversión es el rechazo o repugnancia frente a alguien o algo. Compartiréis conmigo que rechazo y repugnancia no es lo mismo. Y sino probad a decir: Rechazo comer mierda o he repugnado una oferta de trabajo. Evidentemente estoy jugando con la semántica pero lo interesante es buscar que es tratar de definir un poco mejor el término que quizás se encuentre entre estos dos conceptos, 3 puntos por encima de rechazo y 2 puntos por debajo de repugnancia.
La aversión es una emoción de rechazo hacia algo a nivel más bien emocional. No solo es algo que no gusta sino que ya no se puede aguantar.
Para hacerlo más gráfico y divertido, ese algo lo voy a llamar plato de lentejas. Las lentejas puede ser una tarea en el trabajo o los chistes de tu jefe, que cada uno piense lo que quiera. Así pues, aversión es que cada vez que hueles un plato de lentejas te entran arcadas. Eres incapaz de sentarse a la mesa si hay un plato cerca.
No pode aguantar alguna cosa ya es de por si limitante, pero si además resulta que es el plato estrella de tu suegra… digamos que no serás muy feliz. Por esa razón creo que es una emoción que vale la pena trabajar.
¿De dónde viene?
Seguramente hay muchos procesos o situaciones que te pueden llevar no poder oler las lentejas pero yo me centraré en dos:
a) En un momento de tu vida tienes una experiencia traumática que te hace desarrollar esa emoción. Te atragantas con una lenteja cuando tienes 5 años.
b) La otra forma de desarrollar aversión es un proceso lento en el que influye no solo las lentejas sino la actitud del cliente. Por ejemplo:
En el trabajo te ponen lentejas para comer todos los jueves. No te disgustan pero algunas veces son demasiado sosas o sin tropezones. Al tener que comerlas todos los jueves, te empiezas a cansar, a aburrir. Pero sigues comiéndolas. Poco a poco se va desarrollando un sentimiento negativo. “¿Otra vez lentejas?”. Ya no te gustan y además preferirías comer filete que te gusta más. Y así es como es aburrimiento se va convirtiendo en disgusto. Ese disgusto puede ir creciendo y cada vez te da más pereza comerlas. Empiezas a escaquearte comiendo un sándwich en la oficina o saliendo a comer fuera. Si tienes mala suerte, consigues evitarlo siempre y no vuelves a comer lentejas. Aquí es cuando nace la aversión.
Hasta que un día tu suegra te las pone en la mesa y te entran arcadas. Eres incapaz de comerte el plato a pesar de haber estado muchos años comiéndolas. ¡Incluso te habían llegado a gustar en las primeras veces!
Todo esto es aún más complicado si tus lentejas son una persona (especialmente si es tu pareja).
¿Y qué hago?
Pues seguramente hay mil casos diferentes y mil formas de tratarlo. Mi recomendación es desandar el camino aburrimiento-disgusto-aversión:
1. Identifica la emoción: Muchas veces esta aversión está escondida entre miles de argumentos racionales. “No quiero comerlas porque me producen flatulencia….”, “No tengo tiempo de bajar al comedor…”. Así que creo que el primer paso es darse cuenta de que lo que tienes es un sentimiento de asco. Lo ideal es llegar al punto de decir “no me gustan” sin tener que añadir ninguna razón.
2. Ver la limitación: Una vez sabes que se trata de una emoción, te invito a que pienses para qué te sirve tenerla. Te aporta algo dejar de comer lentejas. Si es así, puedes dejar de leer. Si no te aporta nada, piensa en qué te limita. Si te limita en algo ya puedes pasar al punto 3.
3. Voluntad de cambio: ¿Quieres dejar de sentir aversión? Si, sigue leyendo. No, tu mism@.
4. De la AVERSIÓN al DISGUSTO: Quizás la diferencia entre aversión y disgusto es que cuando sientes aversión eres incapaz de olerlas mientras que cuando sientes disgusto, puedes comerlas con cara de asco. Así que el primer paso es cambiar el “no puedo” por un “no me gustan”. Y lo mejor para ello es comer lentejas. Así que te propongo que pidas lentejas en tu próxima comida. Cómetelas aunque sea a disgusto y montando un numerito. Si dejas de evitarlo, conseguirás volver a comerlas. Una buena forma de motivarte a hacerlo es un refuerzo positivo cuando lo consigas (postre de chocolate J ).
5. Del DISGUSTO al ABURRIMIENTO: Si todo ha salido bien, ya vuelves a ser capaz comer lentejas. Ahora es momento de trabajar el mal rollo que te viene cuando lo haces. En este punto creo que el pensamiento positivo puede ser tu mejor arma. Cuando vayas a comer lentejas oblígate a eliminar los malos pensamientos. Intenta dar una cucharada sin decir “que malas están” (verbal o mentalmente). Si vas eliminando estos pensamientos, poco a poco llegarás a la neutralidad.
6. Del ABURRIMIENTO al DISFRUTE: Bueno, eso que tanto te repugnaba ya solamente te aburre, ¿quieres dar un paso más? Si es que si ha llegado el momento de arriesgarte a saborear las lentejas. Busca el chorizo, la morcilla, el tocino y moja un poco de pan a ver si te gusta. Y si no tienen chorizo, pónselo tú mismo.
¡Enhorabuena! ¡Ya disfrutas con tus lentejas!
Bueno, evidentemente no faltará quien te diga que en el paso 3 no tienen voluntad de dejar de tener aversión. Y es que no me aporta nada tenerles asco, pero muchos aseguran que no les aporta nada no tenérselo, acomodándose en una falsa felicidad. Supongo que otra opción es regalarle a tu suegra un libro de recetas. xD
ResponderEliminarAplíquese a cierta gente que odia la tuna
ResponderEliminarArchiduque, mucha razón. La cuestión es distinguir si realmente no te aporta nada o si lo que pasa es que estás buscando razones para gustificar no dar el paso. Mi punto de vista es que la aversión es limitante así que casi en cualquier caso es bueno trabajarlo.
ResponderEliminarEfectivamente Rafa, esa aversión la encontramos hacia determinados grupos (la tuna, partidos políticos, clases sociales...) y la pena es que muchas veces no se basan en hechos sino en creencias.