miércoles, 9 de mayo de 2012

Una tipa con suerte y aceptación


Miércoles de suerte y, como cada miércoles, te dejo una nueva entrada en el blog para que cojas lo que te guste, lo que te sirva para mejorar y, sobre todo, lo que te ayude a ser más feliz.

La entrada de esta semana se la quiero dedicar a una tipa con suerte que mañana cumple años. Ella me ha enseñado a ser más feliz y hacer más feliz a los demás, convirtiéndome en un tipo con MÁS suerte.

“Me lo contaron y lo olvidé. Lo vi y lo entendí. Lo hice y lo aprendí.”

Mientras yo soy de contar cosas y proponerte que las hagas (lo que muchas veces hace que los truquillos caigan en el olvido), ella es una persona que hace las cosas. Las hace de forma natural, sin proponérselo; pero al hacerlas consigue que los que la vemos entendamos que ahí hay algo interesante que aprender. Así que hoy le voy a robar unos cuantos trucos para compartirlos contigo. Sobre todo, no se lo digas…

Su primera gran virtud es que sigue este blog… (Te ha gustado como he colado publicidad en la entrada, ¿eh? Algo que en cualquier caso es inútil porque ya estás aquí leyendo…). Más allá de la broma, lo que quiero decir es que es una persona que constantemente está intentando mejorar. Y lo hace de la mejor de las maneras. Para empezar, no busca la perfección (aunque si la simetría, pero eso es una broma que solo entenderá ella), solo evolucionar sin obsesionarse ni enjuiciarse (bonita palabra). Todo ello muy sano.

Además, busca de forma crítica. Y tú dirás, ¿cómo es eso? Pues básicamente que no compra la primera ideología que ve por ahí. Ante una nueva idea, la pone en crisis, se la cuestiona y, si le encaja (solo si le encaja), la compra.

Pero lo mejor, el truquillo estrella de esta entrada, es que lo hace con inteligencia y “honor a la verdad” (que suena peor de lo que es, lo prometo). Cuando discutes con ella sobre algún tema, ella defiende su postura con todos los argumentos de los que dispone y se implica emocionalmente. Sin embargo, llegado a un punto de la conversación en que se hace obvio que no tenía razón, hace algo que me alucina, digno de aprender: lo acepta.

Parece obvio y lógico, pero no es lo más habitual. Normalmente, cuando discutes con alguien y te implicas emocionalmente, sientes que estás “en contra” de la otra persona y que el que tenga la razón ganará. Eso de perder no gusta a nadie, así que cuando ves que el otro tiene la razón lo más habitual es que te intentes aferrar  a cualquier cosa para evitar la derrota. En el mejor de los casos, solo buscaras un punto pequeño para tener al menos un poco de razón. El otro, si tiene un poco de inteligencia emocional, contento con su victoria te concederá esa parcela. Aunque en el fondo los dos sabéis que no es más que una concesión. En el peor de los casos, no serás capaz de aceptar que tiene razón y quedaréis en falsas tablas (empate de mentirijilla). Sea como sea, te perderás parte de la verdad y encima te irás un poco mosquead@ a casa.

Y en este punto es dónde esta tipa con suerte  sorprende. Cuando ve que no tiene razón dice: “¡Demonios! … Pero la verdad es que sí, tienes razón…”. Y con esta simple reacción consigue aprender y encima evita la sensación de mal rollo. Simplemente genial.

En una discusión sobre el mejor jugador de futbol, esta capacidad para aceptar que no tiene razón está bien. Pero cuando entras en el plano de las relaciones humanas es impresionante. Pongamos que un día está enfadada con el mundo. Tú te das cuenta porque ya te ha contestado medio mal tres veces. Ante eso, coges y se lo dices: “hoy estás enfadada con el mundo, ¿no?”. Te quedas esperando que te suelte cualquier burrada como harías tú. Pero ella no. Ella se queda pensando y te dice “¡Siii, estoy enfadada!”. Y eso marca la diferencia. Aceptar lo obvio no evita su enfado, pero te ayuda a entenderlo y a buscar solución. Si te hubiera dicho que no estaba enfadada, tú no te lo habrías creído y tampoco habrías podido ayudar a buscar solución (¿para qué? Si no hay problema).

Y por último, y guinda al pastel, siempre, hasta cuando está súper enfadada, es muy fácil hacerla reír. Solo hay que querer. Mirarla y reírte. Y eso hace que se le pase el mosqueo y empiece a reírse ella.

Así que hoy, cogiendo a esta tipa con suerte como ejemplo, te invito a que intentes mejorar de forma crítica, aceptando lo obvio y con una sonrisa. Si lo consigues, tú también serás un tipo o tipa con suerte.

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