miércoles, 8 de mayo de 2013

Pena artificial


Hace un tiempo que mis días pasan sin demasiada actividad. Veo que voy haciendo pocas cosas y que éstas no me producen emociones suficientemente fuertes para que salgan. Me pasan cosas un poco tristes pero no suficiente para llorar. Me pasan cosas que me molestan pero no llegan a enfadarme. Y después de un tiempo siento que necesito experimentar estas emociones para liberar el poso acumulado.

Así que hoy he decidido hacer un experimento que rompe un poco con la dinámica de cada semana del blog. Hoy quiero llorar. Hoy voy a jugar a crear una pena artificial que consiga emocionarme. Si te apetece experimentar conmigo, adelante.


La habitación estaba fría como había estado todo el día. Y sin embargo las sábanas estaban empapadas y yo seguía sudando. Después de todo parece que me sentía nerviosa. Habían pasado solo 15 días desde que me dijeron que era maligno. 15 días desde que me dijeron que se había extendido demasiado para poder operarme. 15 días desde que el médico me dijo que me tendría que despedir de lo míos. 15 días desde que, en ese mismo edificio, dos plantas más abajo, balbuceé una pregunta: ¿cuando? 15 días desde que el doctor García me respondió 15 días y empezase la cuenta atrás.

Tenía que reconocer que el doctor había acertado con el número.

- ¿Sólo... Sólo... 15 días...?
- Lo siento...

La respiración se volvió densa. Muy densa. Sólo 15 días... Dos semanas... A penas un rato.

- Tómate tu tiempo para hacerte a la idea.
- ¿Qué tiempo?! ¡Si solo tengo 15 días! - le había gritado.

Siempre pensé que sería fuerte. Que no me derrumbaría. Que si alguna vez me pasaba algo así, lucharía. Que me negaría a aceptar el diagnóstico. Que pediría una segunda opinión. Pero la verdad siempre es más sencilla. Más real.

Me quedé en blanco. Catatónica. Sin fuerzas para responder. Ya había pasado la fase de negación antes de la biopsia. Ya me había rendido. Por primera vez entendí al preso que va a ser fusilado y se queda impasible, sin huir. Cuando la batalla está perdida, solo te queda la resignación.

Después de aquel grito me vestí y salí del hospital casi sin darme cuenta. Si el doctor García me dio algún consejo, yo no lo oí. De hecho no recuerdo haber oído nada hasta mitad de camino. Mi mente se había quedado en ese número. 15. Siempre había sido mi número favorito. La niña bonita. Y ahora mi reloj.

Y de todo eso ya habían pasado 15 días. Por la mañana sonó mi alarma. Empecé a vomitar y a sentir retortijones y automáticamente miré el calendario. Se había acabado mi tiempo. Dicen que lo sabes. Dicen que cuando llega tu hora lo sientes. Pero a mi me pilló de imprevisto.

El viaje en ambulancia había pasado a cámara lenta. En silencio. Los calmantes habían hecho su efecto y todo pareció pararse. Un pequeño respiro. Al entrar en el hospital me llevaron a planta. Juan gritó y discutió con los enfermeros. Quería que me ingresaran en urgencias. Intenté decirle que no hacía falta pero no salió ninguna palabra de mis labios. Estaba muy cansada y apenas pude ver cuando llego el doctor a hablar con él.

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La habitación está muy fría y las sábanas empapadas. Hace apenas 10 minutos que me he despertado y acaba de llegar el doctor.

- ¿Cómo vas? - Intenta sonreír pero no le sale. Supongo que para él también es duro.
- He tenido días mejores. - Yo tampoco puedo sonreír. Supongo que es normal.
- Me ha dicho tu marido que no quieres más calmantes.
- Quiero despedirme de los niños.
- Están fuera esperando.

Los dolores son insoportables pero quiero aguantar. Quiero estar despierta para despedirme de ellos. Quiero disfrutar este último momento con ellos. Quiero darles un beso antes de irme.

Primero entra Juan. Tiene los ojos rojos pero aún no ha llorado. Está siendo fuerte por mi y por los niños. Gracias. Después entran ellos. María corre hasta la cama y se lanza sobre mi. El pinchazo es casi insoportable pero vale la pena. Empieza a hablar y a contarme su día:

- Mira mamá, en el cole nos han dicho que hagamos un dibujo para el día de la madre y yo te he pintado en el jardín. ¡Mira que rosa tan bonita! La seño ha dicho que te lo podía traer al hsopital. Los demás niños se tienen que esperar al domingo para dárselo. ¿Te gusta?

- Oh, es precioso... – Se me escapa una lágrima.- Jorge, ven para aquí.

Él sigue en la puerta, cogiendo la mano de su padre. Sabe lo que pasa. O por lo menos lo intuye. Ya es mayor. Son solo 7 años pero ha entendido que algo va mal. Se acerca despacio.

- Ven cariño. - Juan le sube a la cama. - ¿Qué traes ahí?

- Es un iglú que hemos hecho para el día de la madre.

- ¡Que bonito! - empiezo a moquear. Cada vez me cuesta más aguantar  las lágrimas. Ha llegado el momento… - ¿Sabéis porque habéis venido hoy?

Jorge no dice nada y se queda mirando hacia el suelo. María se queda callada esperando ver qué voy a decir.

- Hoy nos tenemos que despedir.

- ¿Por qué mamá? - Pregunta María.

- Porque me voy a ir al cielo.

- ¿Por qué mamá? – Siempre preguntando.

- Porque me ha llamado la abuelita que necesita mi ayuda.

- ¿Podemos ir contigo? - Miro a Juan y sé que él piensa lo mismo.

- No cariño. Vosotros os tenéis que quedar aquí para ayudarme a cuidar a la abuela Aurora.

- ¡No quiero que te vayas! - Ni yo cariño. Lo pienso pero en vez de palabras me salen lágrimas y abrazo a los dos muy fuerte.

- Te quiero mamá - Me susurran al oído. Noto sus lágrimas en mis mejillas.

Poco a poco se despegan de mí. Entra mi suegro y los coge de la mano. Ellos le acompañan serios. Nunca les había visto tan callados. Por fin nos quedamos solos Juan y yo. Él lleva un rato llorando en silencio. Se sienta en la cama y me besa. Después me abraza y siento como se derrumba. Solloza mientras yo lo abrazo con fuerza. Te voy a echar de menos amor.

Y entonces lo siento. Ha llegado el momento. Siempre pensé que vería imágenes de mi vida pasada o de la que me voy a perder. Pero antes de cerrar los ojos solo veo a mis hijos y mi marido. Después de todo, son lo único que me importa. Los veo crecer, graduarse y casarse. Y una sonrisa sale de mis labios. Sé que estaréis bien. Os estaré observando.

2 comentarios:

  1. Que gran favor se ha hecho y ha hecho a sus seres queridos. No hace mucho mi suegra murió de cáncer, no le asustaba la muerte, si la enfermedad. Y decía: "si no fuera por este maldito dolor, estaria bien. Quiero que disfrutéis de mi un tiempo y luego marcharme si lo mío no tiene solución" Cuidarla fue un privilegio, todos los días me decía algo bonito sobre lo que sentía gracias a nuestros cuidados y el día que se marchó porque tuvieron que sedarla, sus ultimas palabras fueron. "Me quedo en la gloria". Supo vivir y morir disfrutando al máximo y siendo consciente de las cosas en lugar de evitarlas o negarlas. Para mi todo un ejemplo de sabiduría. Y jolín Alex, eres igual de bueno para hacer reir que llorar. Eso es gestión emocional, y tú, un maestro.

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  2. Gracias por compartir la experiencia Mamen. Yo he creado una pena artificial pero esto es la realidad de muchas personas y es admirable como se enfrentó a ello tu suegra. Un abrazo muy fuerte!

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