miércoles, 23 de febrero de 2011

Un ejemplo de aportar


Cómo ya sabéis, “aportar” es el denominador común de todas las entradas y comentarios de este blog.  Por eso hoy voy a hago homenaje a una persona que aportó todo a más de una treintena de personas y que nos ha hecho ser como somos. Aurora Trillo-Figueroa, mi abuela.

Como nieto, no tengo mucho conocimiento de su infancia ni tan siquiera de la adolescencia. Las primeras historias que me llegan son a través de mis padres y mis tíos que las recuerdan con cariño.

Fue una persona a la que la vida se lo puso muy difícil (pero que muy difícil) pero demostró que ella era más fuerte. A su marido, mi abuelo (que en paz descansa), le faltaba toda la suerte que yo tengo (quizás así quede compensado el Karma). Siendo como era una persona muy inteligente,  nunca tuvo mucha suerte con los trabajos. Era aquel tipo de persona que monta un circo y le crecen los enanos. Así pues, no entraba mucho dinero en casa y mi abuela se las veía y se las deseaba para poder estirar esas pesetas (alguna habría valido para hilo de teléfono) y dar de comer a una familia cada vez más numerosa. Bechamel (leche con harina) con un poco de pollo (al que llamaba gallina porque así se hacía más sabrosa) y “gratinada” con un huevo por encima a modo de “queso rallado” (que se salía completamente del presupuesto). Otros días era una patata hervida por cabeza. Los días de suerte, mortadela con patatas. Y los días de mala suerte encontraba mi abuelo a los niños llorando y a ella “escondida” en la despensa porque no tenía nada que darles de comer. Más adelante se mudaron a Tarragona por un “trabajo” que tampoco acabó de funcionar y al poco tiempo mi abuelo falleció. Así estaba ella, con 8 hijos (la mayor ya se había casado) que sacar adelante (el más pequeño tenía 7 años).

Y aunque parezca el cuento de Oliver Twist, si preguntas a mi madre o a cualquiera de mis tíos sobre su infancia, solo la recordarán con cariño. Ellos no recuerdan haber pasado hambre. Si sabían que no había mucho dinero para caprichos, pero “no les faltaba de nada”. Y esos platos de cocina de guerrilla siguen gustándoles hoy más que el entrecot.

Así fue como consiguió sacar adelante una familia de 9 hijos y demostró que se puede luchar contra todo. Pero su “aportación” no se quedó ahí (que ya de por sí habría sido admirable). Entre mil tareas domésticas y esos malos tragos no solo se las apañó para salir adelante en lo económico y de salud, sino que además supo transmitir educación, moral y ética. Y con eso no me estoy refiriendo solo a las formas (que cada vez escasean más) sino a los corazones. Consiguió “crear” a nueve personas con ganas de hacer las cosas bien, 9 personas con respeto, honestidad y, en general, buenas personas. A la vez, conforme iban llegando las parejas y se iban casando, consiguió transmitir esas “formas” a los recién llegados.

Pero si me preguntáis por su mayor aportación os diré que ha sido “transmitir buen rollo”. Todos, hijos, yernos y nietos, hemos ido alguna vez a sentarnos en el sillón de su casa a contarle que “mamá siempre me regaña”, “que “mis hijos me contestan mal”, que si mis amigos me han hecho esto o lo otro. Y ante estos problemas ella no solo sabía entenderlos y hacerlos suyos sino que además nos hacía reflexionar. En vez de darte la razón de los errores que había cometido la otra persona, te hacía reflexionar si realmente TÚ lo habías hecho bien. Y aunque empezarás la conversación enfadado por lo que te habían, hecho acababas dándote cuenta de que igual  el error había sido tuyo. Quizás nunca lo reconocieras, pero la próxima vez que veías a esa persona la tratabas mejor. Y gracias a esa forma de aconsejar, nuestras relaciones personales han salido fortalecidas y nosotros hemos crecido como personas.

Este domingo a las 15:07 treinta-y-seis personas lloraron la partida de un trozo de su corazón. Este lunes a las 17:30 treinta-y-seis personas se alegraban de la suerte que habían tenido de compartir y aprender con ella. Este martes a las 15:30, treinta-y-seis personas compartían la vida felices y con ganas de seguir adelante y aportar. Hoy a las 19:30 hay treinta-y-seis personas que van a hacer de este un mundo mejor.

3 comentarios:

  1. Ella era sin duda el mejor ejemplo de que ayudando a alguien puedes aportar algo a una tercera persona. Siempre que me senté en ese sillón, aprendí algo. Y quizás aprenderé mucho más ahora...

    ¡¡Ánimos!!

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  2. Hola! Pues bien, he de decir que a veces estas aportaciones son las que menos tiene en cuenta tal vez la sociedad, y, sin embargo son muy importantes, me parece muy bien que a través de ti (y demas nietos) y de sus hijos, su vida de más de sí y sus aportaciones reconocidas. Aunque creo q en vida también lo sentiría ella así.
    Y la mejor aportación que me deja esta entrada es precisamente pensar en la relación propia con mi abuela (y mi familia en general) y en sacar lo mejor de ello.
    Saludos!

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  3. Me alegro de haber conocido tu blog... no sabía que escribías y me encanta el título y por lo poco que he leído, el contenido. Te acompaño en el sentimiento, perder a un abuelo "que aporta" es muy doloroso. Qué curioso que haya leído esto justamente hoy, porque, casualidades del timming, yo perdí ayer a un familiar y no dejo de darle vueltas a lo injusta que es la muerte. Ha sido por enfermedad, rápido y a sabiendas, y sin embargo no te acostumbras, no te lo crees. Nunca es una buena ocasión, siempre queda algo por hacer, decir, compartir.
    Una frase que me repito cada vez que pienso en mi abuelo: "no te he olvidado, me he acostumbrado a tu ausencia". Ánimo y un abrazo reconfortante.

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