miércoles, 11 de marzo de 2015

Confianza



Muchas veces necesitas que una persona que no te conoce de nada te ayude en algo, ya sea hacer tu trabajo, comprar el pan o darte un poco de cariño. Para eso, le pides que confíe en ti, que no se hará daño si te ayuda.  Esta persona, que no te conoce demasiado, tiene que hacer un acto de fe y creérselo. Acto de fe que será más o menos difícil dependiendo de lo que pidas; no es lo mismo decir que te llevas una barra de pan y ya la pagarás mañana que llevarte un Ferrari. También depende de sus propias experiencias. Si en el barrio todo el mundo se lleva la barra de pan y después nadie le paga, no creo que te deje marchar por mucho que el pan solo cueste 50 céntimos. Pero lo que realmente importa es lo que tú transmites. Esa sensación hecha de mil pequeñas cosas que le dice a la otra persona: si, soy buena gente, confía en mí. ¿Pero cómo puedes crear tú esa sensación? El otro día en una conferencia Pablo Adán compartió un truquillo que creo que puede ser muy útil: si les digo a los demás que soy como pueden comprobar que soy, genero confianza. La idea es tan sencilla como potente. La confianza no es más que asumir de que una persona actuará de una determinada manera en una situación, es como hacer una apuesta. Como en una partida de póker, tu interlocutor estará atento a todo lo que haces para anticiparse. Mirará si sudas o si te sale algún tic en el ojo para evitar que le saques todo el dinero. Lo que pasa es que en este caso no le quieres sacar el dinero, no estáis en equipos contrarios sino en el mismo bando. Así que si le quieres demostrar que no vas de farol, enséñale tus cartas. Dale información que pueda comprobar y que sea coherente con lo que le has explicado. Dile a la panadera que eres el sobrino de Paquita, la señora que compra dos panes de medio cada día.

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