#miercolesdesuerte escribiendo in extremis y de madrugada.
Pero sigue contando como miércoles, ¿no?
Como ya es tarde, hoy escribiré la que posiblemente sea la
entrada más corta del blog (y digo posiblemente porque no me voy a poner a
comprobarlo a estas horas). Para ello compartiré un concepto que hace tiempo
que me ronda por la cabeza y que hoy una amiga ha puesto en las palabras.
Muchas veces se habla de la delgada línea roja que separa lo
bueno de lo malo, la verdad de la mentira y la genialidad de la tontería.
Parece que la condenada línea lo separa todo (aunque no por el mismo sitio). Es
la frontera imaginaria que nos permite separar el blanco del negro, el ying del
yang. Hasta aquí es ying, y a partir de aquí es yang. Y cuando se habla de su
delgadez (que palabra tan fea) nos referimos a que en ese punto, las dos partes
se parecen mucho. Es como nacer entre el 31 de diciembre y el 1 de enero. La
diferencia es cosa de minutos, segundos si me apuras, pero supone todo un año
de diferencia para la personita.
A menudo usamos esa línea de puntero láser para separar la
cordura de la locura. Nos empeñamos en clasificar como locos a los que están
del otro lado y cuerdos a los que están del nuestro como si, una vez cruzada la
frontera, todo fuera completamente diferente. Pero la realidad es bastante
diferente, como diría mi amiga, la línea no es delgada, es muy, pero que muy,
ancha. Tan ancha que uno no sabe cuando ha cruzado al otro lado. Sin entrar en
aclarar que no existe la locura, sino la patología mental (que en muchos casos
tiene causa fisiológica que no dista tanto de otras afecciones físicas
aceptadas comúnmente); este tipo de enfermedades se diagnostican marcando tu
nivel en una escala. ¿Y eso qué quiere decir? Pues que no pasa como los huesos,
que están rotos o no, sino que se determina en que peldaño de la escala
salud-patología te encuentras. Y resulta que todos estamos en algún peldaño de
esa escala. A veces más cerca de la base y otras veces a mitad del rellano. Mientras
puedas seguir con tu vida sin problemas, todo ok. Pero si ves que el día a día
te cuesta, quizás es el momento de pedir ayuda para bajar unos escalones porqué
igual no te has dado cuenta pero estás a mitad de esa ancha línea que te separa
de la felicidad.
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