Miércoles de suerte y, como cada miércoles, te dejo una
nueva entrada en el blog para que cojas lo que te guste, lo que te sirva para
mejorar y, sobre todo, lo que te ayude a ser más feliz.
La entrada de esta semana se la quiero dedicar a una tipa
con suerte que mañana cumple años. Ella me ha enseñado a ser más feliz y hacer
más feliz a los demás, convirtiéndome en un tipo con MÁS suerte.
“Me lo contaron y lo olvidé. Lo vi y lo entendí. Lo hice y
lo aprendí.”
Mientras yo soy de contar cosas y proponerte que las hagas
(lo que muchas veces hace que los truquillos caigan en el olvido), ella es una
persona que hace las cosas. Las hace de forma natural, sin proponérselo; pero
al hacerlas consigue que los que la vemos entendamos que ahí hay algo
interesante que aprender. Así que hoy le voy a robar unos cuantos trucos para
compartirlos contigo. Sobre todo, no se lo digas…
Su primera gran virtud es que sigue este blog… (Te ha
gustado como he colado publicidad en la entrada, ¿eh? Algo que en cualquier
caso es inútil porque ya estás aquí leyendo…). Más allá de la broma, lo que
quiero decir es que es una persona que constantemente está intentando mejorar.
Y lo hace de la mejor de las maneras. Para empezar, no busca la perfección
(aunque si la simetría, pero eso es una broma que solo entenderá ella), solo
evolucionar sin obsesionarse ni enjuiciarse (bonita palabra). Todo ello muy
sano.
Además, busca de forma crítica. Y tú dirás, ¿cómo es eso?
Pues básicamente que no compra la primera ideología que ve por ahí. Ante una
nueva idea, la pone en crisis, se la cuestiona y, si le encaja (solo si le
encaja), la compra.
Pero lo mejor, el truquillo estrella de esta entrada, es que
lo hace con inteligencia y “honor a la verdad” (que suena peor de lo que es, lo
prometo). Cuando discutes con ella sobre algún tema, ella defiende su postura
con todos los argumentos de los que dispone y se implica emocionalmente. Sin
embargo, llegado a un punto de la conversación en que se hace obvio que no
tenía razón, hace algo que me alucina, digno de aprender: lo acepta.
Parece obvio y lógico, pero no es lo más habitual.
Normalmente, cuando discutes con alguien y te implicas emocionalmente, sientes
que estás “en contra” de la otra persona y que el que tenga la razón ganará.
Eso de perder no gusta a nadie, así que cuando ves que el otro tiene la razón
lo más habitual es que te intentes aferrar
a cualquier cosa para evitar la derrota. En el mejor de los casos, solo
buscaras un punto pequeño para tener al menos un poco de razón. El otro, si
tiene un poco de inteligencia emocional, contento con su victoria te concederá
esa parcela. Aunque en el fondo los dos sabéis que no es más que una concesión.
En el peor de los casos, no serás capaz de aceptar que tiene razón y quedaréis
en falsas tablas (empate de mentirijilla). Sea como sea, te perderás parte de
la verdad y encima te irás un poco mosquead@ a casa.
Y en este punto es dónde esta tipa con suerte sorprende. Cuando ve que no tiene razón dice:
“¡Demonios! … Pero la verdad es que sí, tienes razón…”. Y con esta simple
reacción consigue aprender y encima evita la sensación de mal rollo.
Simplemente genial.
En una discusión sobre el mejor jugador de futbol, esta
capacidad para aceptar que no tiene razón está bien. Pero cuando entras en el
plano de las relaciones humanas es impresionante. Pongamos que un día está
enfadada con el mundo. Tú te das cuenta porque ya te ha contestado medio mal
tres veces. Ante eso, coges y se lo dices: “hoy estás enfadada con el mundo,
¿no?”. Te quedas esperando que te suelte cualquier burrada como harías tú. Pero
ella no. Ella se queda pensando y te dice “¡Siii, estoy enfadada!”. Y eso marca
la diferencia. Aceptar lo obvio no evita su enfado, pero te ayuda a entenderlo
y a buscar solución. Si te hubiera dicho que no estaba enfadada, tú no te lo
habrías creído y tampoco habrías podido ayudar a buscar solución (¿para qué? Si
no hay problema).
Y por último, y guinda al pastel, siempre, hasta cuando está
súper enfadada, es muy fácil hacerla reír. Solo hay que querer. Mirarla y reírte.
Y eso hace que se le pase el mosqueo y empiece a reírse ella.
Así que hoy, cogiendo a esta tipa con suerte como ejemplo,
te invito a que intentes mejorar de forma crítica, aceptando lo obvio y con una
sonrisa. Si lo consigues, tú también serás un tipo o tipa con suerte.
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