Después de varias entradas más pragmáticas que divagan sobre temas mundanos, hoy volvemos a la filosofía de vida.
De pequeños vemos a nuestros padres (abuelos, profesores, hermanos mayores…) como dioses omnipotentes. Dejándome llevar por la visión más “tradicional”, papá es aquel ser que tiene fuerza descomunal que es capaz de arreglar todo lo que se rompe y que protege a la familia de todo lo que pueda pasar. Mamá es capaz de entender todos tus problemas y darte soluciones, por no hablar de sus poderes curativos (un beso cura hasta la herida más fea). Son capaces de solucionar todos nuestros problemas y tiene la sabiduría de Salomón para discernir entre el bien y el mal. Sus “normas” son leyes que parecen inmutables y ciertas. Y aún llegamos más allá, en su omnipotencia hace que no se equivoquen nunca y que nunca tengan problemas.
Pero este papel de dioses todopoderosos les convierte en personajes planos. Y por tanto nosotros no nos sentimos “conectados” con ellos profundamente. Si sentimos amor, (¿)por supuesto(?), pero no entendimiento mutuo.
Conforme vamos creciendo, en la adolescencia, y somos conscientes de la realidad vamos viendo que sí que tienen algunos problemas. Qué muchas veces no pueden solucionar esos problemas y, sobre todo, que estos problemas les afectan. Nos hacemos conscientes de que cometen errores. En este proceso los vamos HUMANIZANDO. Dejan de ser dioses para ser simples mortales. Eso tiene dos consecuencias. Por un lado, al ser humanos tendemos a revelarnos y a cuestionar cualquier cosa que digan. Lo que antes era ley per se, ahora es completamente cuestionable (cuando no es directamente un error). Así, poco a poco perdemos la admiración (y muy a menudo el respeto) hacia ellos.
>> La segunda consecuencia sin embargo es muy positiva. Al ser “humanos”, nos podemos sentir más identificados con ellos. Dejan de ser personajes planos para tener una profundidad, una complejidad. Y aunque al principio parece que esa profundidad es solo mala, cuando vamos viendo que han pasado situaciones (muy) parecidas a las nuestras llegamos a CONECTAR con ellos.
Pero el proceso no acaba aquí. Al seguir creciendo y empezar a enfrentarnos a problemas más complejos, más de mayores, nos damos cuenta de que el mundo es mucho más complicado de lo que parecía. Nos damos cuenta de que estos padres que tanto se equivocan son capaces de llevar con normalidad cosas que para nosotros son imposibles: llevar la casa, trabajar, hacer frente a los gastos, criarnos y darnos todo lo necesario… Y entonces empezamos a verlos otra vez como dioses. Pero esta vez hay una gran diferencia, esta vez SI CONECTAMOS CON ELLOS. Y les damos mucho más valor. Porque el valiente no es el que no tiene miedo, es el que lo tiene y se enfrenta a ello. Así pues, ser capaz de ser un “dios humano” es impresionante.
Esto es lo que yo llamo EL CAMINO DE HÉRCULES (de Walt Disney, tomándome la licencia de obviar la mitología griega). Nacer dios, caer al mundo de los mortales y ganarte el derecho de volver a subir al Olimpo.
Muchas veces nosotros mismos intentamos ser dioses. Creamos un caparazón dónde guardamos todos nuestros sentimientos y pensamientos y solo dejamos entrar a unos pocos elegidos. Además nos creamos un personaje plano adaptando nuestra apariencia y actitudes a “nuestra sociedad” (familia, grupo de amigos, etc…). De esta manera evitamos el rechazo y sobretodo “nos hacemos inmortales”. “Si nadie sabe lo que pienso o cómo me siento no pueden hacerme daño”. El problema es que al ser planos no conseguimos conectar con la gente. Sobretodo porque si alguien ve tu caparazón cerrado no va a abrir el suyo.
Hoy te invito a recorrer el Camino de Hércules, a bajar al mundo mortal. Te invito a ser tu mismo. No solo en la versión más romántica del concepto (“hay que ser uno mismo”), sino a abrir las puertas de tu mundo. De esta manera empezarás a tener una tercera dimensión para los demás. Ellos también empezarán a abrirse. Y entonces CONECTARÁS con la gente. Como beneficio colateral, te quitarás toda la tensión de mantener el caparazón, que no es poca.
Pero si te digo esto no es solo por los beneficios de bajar al mundo terrenal. Mi experiencia me demuestra que por más que inventemos un personaje, nuestro yo interior aflora y la gente se da cuenta. Y es verdad que consigues ocultar muchas cosas tuyas (seguramente la mayoría son más buenas de lo que piensas) pero su “amistad” te la has ganado porque han visto algo en ti que vale la pena. Y en la mayoría de los casos (creo), cuando abres el caparazón, eso que han visto en ti se multiplica. Y así podrás volver a subir al Olimpo. Pero esta vez conseguirás conectar con los demás y su admiración será sincera.
La semana que viene os explicaré mi experiencia y como yo he recorrido ese camino para daros una guía que quizás pueda servir de ayuda.
"Porque el valiente no es el que no tiene miedo, es el que lo tiene y se enfrenta a ello". No puedo estar mas de acuerdo...
ResponderEliminarHola! Me parece que voy a esperar tus experiencias de lo que dices, pues estaba al tanto de esta teoria. Y quiza asi me anime a contar mas las mias!! =)