Un buen amigo y filósofo me preguntó por el miedo. No el del
día a día. El de verdad. Él nos dejó su visión en http://novulluntitol.blogspot.com.es/2012/10/what-is-opposite-of-fear.html
Así que hoy voy a dar miedo. Todo empieza como un mecanismo
“natural” de defensa. Un sentimiento que te pone alerta para evitar el peligro.
Un sentimiento de que algo anda mal. Un sentimiento de que algo te puede hacer
daño.
A veces te grita con urgencia que hagas algo.
¡Corre!¡Salta!¡Huye! Y antes de que te des cuenta tu cerebro está tratando de
interpretar lo que tu cuerpo ya ha hecho.
Pero otras veces es peor. Otras veces habla despacio. Al
oído. Como un consejero. Ves con cuidado
que te puede hacer daño. Se prudente. Vigila. Toma precauciones. Esa sombra
parece que se mueve. ¿Qué es ese ruido? Calla y escucha. No se oye nada. Pon
más atención. ¡Ahora si! Lo has oído tú también. Ahí hay alguien o algo.
Seguramente no es
nada, pero más vale prevenir que curar. Coge algo para defenderte. ¡NO! eso no.
Grita entre susurros. No servirá de nada.
Mejor esto otro. Si ves algo que se mueve, no te lo pienses. Ataca primero.
En su afán por mantenerte a salvo, te sugiere que quizás eso
no sea suficiente. Quizás el escudo no
aguante. Busca algo. Algo más duro. Más resistente. No, eso tampoco bastará.
No, definitivamente
eso no será suficiente. Es mejor que te alejes. Despacio. Toma distancia en
posición de guardia…
¡Cuidado! ¡Parece que se acerca!
Ah, no… falsa alarma…
¡Pero ahora sí!
No, tampoco…
Mejor aléjate.
Despacio para no hacer ruido. Busca un escondite. ¡No!¡Ahí no! Si mejor ahí.
Cierra los ojos y espera a que pase. Acurrúcate. ¡Más!
El miedo, tu consejero, el que te estaba protegiendo del
peligro, se adueña de ti. Es etéreo e inmortal. Como una sombra negra el miedo
llega hasta tu escondite, se cuela por la rendija y te envuelve. Por más que te
acurruques, el miedo traspasa tu piel y aprieta tu corazón.
Cuando tienes miedo sientes el peligro. Imaginas el daño que
puedes sufrir. Lo ves. Oyes sus pasos. Sientes las agudas punzadas en el pecho.
Sufres la peor de las torturas con solo imaginarla. Se hace real, tan real que
no disciernes entre el mundo y tu mente.
Y lo peor de todo es que está en tu mente. Te falta el aire
pero no te desmayas. Sientes la puñalada pero no te desangras. El cuerpo
aguanta y el sufrimiento se hace eterno.
Hasta que te da un respiro. La niebla se aleja y vuelves a
respirar. Pero en el fondo de tu corazón sabes que volverá. Que no puedes hacer
nada para evitarlo. Que no puedes esconderte.
Ya tienes el miedo al miedo.
Y la única esperanza que te queda es recordar que, como en
el cine, todo es una ilusión.
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