El 2013 empezó con una cadena de Facebook. No de era de esas de alimentar a niños a base de clicks ni de meter políticos en la cárcel dándole al "like", sino algo diferente, una cadena de sorpresas. Un amigo puso en su muro que regalaría una sorpresa a las cinco primeras personas en comentar en su estado. A cambio, esas personas tenían que hacer lo mismo en su propio muro. La sorpresa podía ser cualquier cosa, un detallito, una cerveza, un poema, una cerveza, un chiste... o una cerveza...
Total, que me encantó la idea y entré en el juego ganando una sorpresa (aún sorpresa) y regalando otras 5. Para acordarme, me puse alarmas en el calendario y hoy ha sonado la tercera por lo que me toca sorprender a mi amigo Nacho. Aunque sé que el hubiera preferido una cerveza, la distancia me lo hace imposible (de verdad tío, iba a mandártela por e-mail para que la imprimieras pero se la ha bebido el antivirus). Así que se me ha ocurrido dedicarle una entrada y aprovechar para compartir contigo una de sus mejores teorías: el bacon.
Escrito bacon, pronunciado beicon y confundido con la panceta (que está mucho más gorda), hablo de esas tiras de colesterol crujiente. ¿Sabes lo que digo?
Las hamburguesas tienen muchas cosas. Algunas sanas como la lechuga, otras controvertidas como los pepinillos y otras que le dan nombre como la propia hamburguesa. Pero entre todas ellas hay una que destaca, el bacon. Ese pedazo de cielo calórico que te da una buena sorpresa cuando te lo encuentras en la boca. Eso que te hace salivar y decir: que buena está la condenada.
Pues mi amigo y sabio Nacho dice que la vida es como una hamburguesa y que de vez en cuando, sin esperarlo, te encuentras un trozo de bacon en la boca.
Esos momentos chulos, especiales, diferentes. Esos momentos que te hacen levantar la cabeza y mirar al cielo diciendo "si" con la cabeza. En esos momentos Nacho chasca la lengua, degustando, y con la mano derecha se frota los dedos como diciendo: aquí hay algo, aquí hay bacon. Y lo disfruta.
Lo mágico del bacon es que no es mágico, no es raro ni escaso. Ni si quiera es caro y a veces pasa desapercibido. Pero si te paras, te das cuenta y lo saboreas, ese bacon de la vida es el ingrediente que hace que quieras más.
Mi último momento bacon: llegar al lugar de siempre después de muchos meses sin ir y que de pronto fueran reapareciendo las viejas glorias, también olvidadas; verlos a todos y decir... bacon...
¿Cuál fue tu último momento bacon?
Total, que me encantó la idea y entré en el juego ganando una sorpresa (aún sorpresa) y regalando otras 5. Para acordarme, me puse alarmas en el calendario y hoy ha sonado la tercera por lo que me toca sorprender a mi amigo Nacho. Aunque sé que el hubiera preferido una cerveza, la distancia me lo hace imposible (de verdad tío, iba a mandártela por e-mail para que la imprimieras pero se la ha bebido el antivirus). Así que se me ha ocurrido dedicarle una entrada y aprovechar para compartir contigo una de sus mejores teorías: el bacon.
Escrito bacon, pronunciado beicon y confundido con la panceta (que está mucho más gorda), hablo de esas tiras de colesterol crujiente. ¿Sabes lo que digo?
Las hamburguesas tienen muchas cosas. Algunas sanas como la lechuga, otras controvertidas como los pepinillos y otras que le dan nombre como la propia hamburguesa. Pero entre todas ellas hay una que destaca, el bacon. Ese pedazo de cielo calórico que te da una buena sorpresa cuando te lo encuentras en la boca. Eso que te hace salivar y decir: que buena está la condenada.
Pues mi amigo y sabio Nacho dice que la vida es como una hamburguesa y que de vez en cuando, sin esperarlo, te encuentras un trozo de bacon en la boca.
Esos momentos chulos, especiales, diferentes. Esos momentos que te hacen levantar la cabeza y mirar al cielo diciendo "si" con la cabeza. En esos momentos Nacho chasca la lengua, degustando, y con la mano derecha se frota los dedos como diciendo: aquí hay algo, aquí hay bacon. Y lo disfruta.
Lo mágico del bacon es que no es mágico, no es raro ni escaso. Ni si quiera es caro y a veces pasa desapercibido. Pero si te paras, te das cuenta y lo saboreas, ese bacon de la vida es el ingrediente que hace que quieras más.
Mi último momento bacon: llegar al lugar de siempre después de muchos meses sin ir y que de pronto fueran reapareciendo las viejas glorias, también olvidadas; verlos a todos y decir... bacon...
¿Cuál fue tu último momento bacon?
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