Ya dijimos que esto de tener detalles con
la gente que te rodea mola. Mola porque repartes buen rollo, mola porque con un
poco de suerte empiezas una cadena que hace un mundo mejor y, por qué no
decirlo, mola porque tanto buen rollo también acaba repercutiendo en ti. ¿Pero
qué pasa cuando te llega la cadena? ¿Qué pasa cuando el detalle te lo hacen a ti?
Por desgracia, como es una cosa poco habitual no siempre sabes cómo gestionarlo,
sobre todo si el detalle viene de una persona con la que no tienes mucha
confianza. A veces te sientes tan agradecido que quieres hacer lo mismo por la
otra persona. Otras veces tienes las sensación de que hay que equilibrar la
balanza. Esta sensación no es muy agradable y te mueve a compensar el detalle
lo antes posible con una cosa que sea más o menos equivalente para quedar en
paz. Como cuando te invitan a una caña y
tú quieres pagar la siguiente ronda. Sea como sea, te centras en compensarlo y
no le sacas todo el juguillo al detalle que te han hecho, no disfrutas de la
primera caña, y eso no mola tanto. Además, si finalmente consigues compensar,
tú te quitarás un peso de encima pero sin querer habrás anulado el gesto de la
otra persona, os habréis quedado los dos a cero. Cuando alguien tiene un
detalle, dedica un tiempo y una ilusión a prepararlo para conseguir una
reacción en ti, para hacerte sentir bien. Por eso, cuando nota que esa reacción
ha quedado tapada por la necesidad de compensar, el detallista siente que su
esfuerzo no ha servido para nada y puede sentir frustración. Así que, aunque sea con la mejor de las
intenciones, aunque solo quieras seguir la cadena del buen rollo, eso de
compensar acaba produciendo el efecto contrario. Por eso esta semana te quiero
proponer un truquillo diferente: no compensar, recompensar. Compensar es hacer una
cosa equivalente en la dirección contraria para quedar a cero. Devolver el
favor. En cambio, recompensar es agradecer el esfuerzo de la otra persona
haciendo una cosa diferente especialmente pensada para ella.
El detallismo es como una conversación.
Cuando uno tiene un detalle es como si estuviera hablando. Si tú quieres
compensar en el mismo momento es como si te pusieras a hablar más alto y sin
escuchar. Así que el truco es muy sencillo: cuando te hablen, escucha. Si te ha
gustado el detalle que ha tenido contigo y se lo quieres agradecer, lo mejor
que puedes hacer es disfrutarlo. Pon en valor el esfuerzo que ha hecho y
sobretodo disfrútalo porque ésta era la reacción que buscaba cuando lo estaba
preparando. Y si tú también quieres responder es importante que lo hagas cuando
la otra persona haya acabado y, sobre todo, que no repitas lo mismo que te han
hecho ya que parecerá que no escuchabas. Espera a tener el detalle otro día y procura
que sea una cosa muy diferente, que no se puedan comparar. Así no tendrá la
sensación de que quieres quedar en paz sino que pensará que te gustó tanto que
quieres recompensarlo. ¿Te animas a probarlo?
Qué bonitas todas las reflexiones que haces, y que siempre viene bien pararse un momento a pensarlo! Escribes muy bien... Para que veas que una pardilla de Alicante (esa de naranja que tanto se reía) se acuerda de visitar este blog y que está esperando la siguiente entrada! Enhorabuenaaa :))
ResponderEliminarMuchas gracias! Ya veo que ahora compartiremos suerte en Alicante! No tardará en llegar! Un abrazo!
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