FELIZ NAVIDAD. El día 26 tuve comida con mi familia de Valencia (en Valencia, claro). Durante la comida me reí mucho con mi primo comentando las típicas cenas de grupo y me dijo que tenía que dedicarles una entrada. Así que hoy le dedico la entrada a mi primo y a las cenas de navidad (por eso de seguir ambientado) con un poco de risoterapia.
No sé cuando empezaría el rollo de las cenas de navidad. Según los Picapiedra ya había cena de Navidad en la prehistoria pero me da a mi que Cristo nació un poco después. Vamos, que la navidad en la prehistoria es tan tonto como encontrar una moneda que diga 100 a.c., que las hay, pero son falsas.
(Espacio de tiempo dedicado a entender el último chiste patrocinado por puritos Rey)
Total, que no se cuando se inventaron pero si sé como han evolucionado en los últimos años. Al principio debía ser una cena familiar, porque no veo al señor Feudal montando una cena de empresa para los campesinos: Y de regalo, ¡derecho de pernada pa todos mis familiares!. No lo veo claro. Así que digo yo que sería después de la revolución industrial cuando a alguien se dio cuenta de que tenía que generar buen rollo y se inventó la cena de empresa. Evento que ha llegado hasta nuestros días.
Hoy en día, como todos somos multidisciplinares y polifacéticos (que suena como chipiritifláuticos pero más moderno), tenemos mil cenas de Navidad. Que si cena de empresa. Que si cena con los del curro pero sin los jefes. Cena de clase, con los del máster and commander, con los de futbol, basket, pingpong o curling. Cena con las amigas de yoga, las de taichí, las de pilates, las de raiki, los de macramé, los de sufflé y pedigrí…
Vamos, doce mil cenas. Muchas. Muchas más que muchísimas y muchísimas más que más. Tantas que pa cuadrar calendario tienes que empezar en octubre. Vamos, con decirte que en febrero tengo la cena con el grupo de mecanografía en braille del año que viene…
Pero da igual cuantas cenas tengas, todas son iguales. Para empezar son en sitios escondidos. ¿Por qué? Por qué siempre hay un iluminao del grupo, amigo del que organiza, que dice:
- Yo conozco un sitio buenísimo que te ponen un entrecot de lujo y es superbarato.
- ¿Barato?
- Sólo 20€ el menú.
- ¿Barato?
- Sólo 20€ el menú.
Y el que organiza pica, bien por no escucharle más o por falta de ideas. Así que cómo el sitio no lo conoce ni su madre; llegas con la lengua fuera, después de dar 8 vueltas a la manzana cambiando neumáticos y repostando, después de dejarlo en un sitio de minusválidos (total, la policía no trabaja en Navidad). Por supuesto, siempre hay gente esperando tomando una cerveza tranquilamente. Concretamente ese tío que te cae mal pero que es superamigo del jefe y que te deja en evidencia por llegar tarde. Y si es una cena de clase, el tío está hablando con la chica que te gusta. Y da igual a la hora que llegues, siempre hay alguien que lo hará mejor que tú. Da igual que llegues al restaurante día y medio antes. Ahí está el tío, impoluto, con una copa para ella.
Pero no te preocupes porque siempre hay alguien que lo hace peor que tú. Y ese llega un poquitín más tarde. Cuando todo el mundo se ha sentado y le estáis esperando. Completamente despeinado y agobiado. Se ha tirado una hora buscando parking y al final lo ha dejado en un parking de ambulancias. ¿Por qué? Porque siempre hay alguien que lo hace peor que tú.
Pero antes de eso ha llegado el momento de sentarse. Ese gran momento en que eliges a la gente con la que vas a tener que hablar, sí o sí, durante las tres horas de la cena. Es un momento estratégico porque aunque vayas a cenar con 150 personas, sólo vas a poder hablar con 5 (derecha, izquierda, enfrente derecha, enfrente, enfrente izquierda). Tú ya has hecho en casa tu alineación titular, los amigos con los que te ríes y la persona que te gusta. Y te tiras todo el cerveceo intentando juntarlos y buscar sitio en la mesa. Sufres cuando ves que te intentan secuestrar a tu grupo y se los van llevando uno a uno hasta que te quedas con tu mejor amigo (bueno por lo menos estaré con él). "Oye, coge sitio que voy al baño”, y cuando vuelves ya están todos sentados, hasta tu mejor amigo, y no te ha guardado sitio. Sus ojos dicen “tío, lo siento” pero tu solo ves cabrón escrito en su frente. Así que vas en busca del sitio libre. Pero no te creas que eres el único, aún quedan un par de personas que se han quedado como tú. Os miráis a los ojos y empieza el juego de la silla. Objetivo encontrar un sitio centrado, cerca de tus amigos y con gente más o menos normal.
Pero el último se lo ha llevado tu amigo así que te toca en una punta, a 3 conversaciones de tus colegas y con el tío más aburrido y el más friki de la cena. Da igual que sea la cena de un curso de risoterapia. Da igual que sea la celebración de los 25 años del club de la comedia o que estés en una jodida convención de payasos. Siempre hay un cenizo. Alguien que tiene menos conversación que un cactus. Un tío que te va chupando la esencia de vida con solo mirarle y te deja más triste que Bambi el día de la madre. Da igual que cuentes anécdotas cachondas o chistes buenos, el tío se queda igual de pasmao. Pero tu otro compañero de mesa no lo entiende. Es el típico graciosillo sin gracia que no para de contar chistes malísimos y se ríe el solo. Alguien que no entiende que un chiste de putas no le haga gracia a la pobre señora que está al lado. Pero él se lo repite, por si no lo ha entendido.
Así que en esa tesitura, intentas evadirte de la realidad a base de vino y de intentar entrar en las conversaciones dos sitios más allá en la que no paran de reírse. Metes algún comentario medio gritando pero el único que se gira es tu mejor amigo y te sonríe pidiéndote perdón antes de girarse y seguir hablando. Por supuesto, el puntual de turno se las ha ingeniado para sentarse al lado de tu chica y no deja de contar chistes malísimos a la par que viejos mientras ella se descojona.
Por lo menos cenaré bien y barato, piensas. Pero cuando traen los entremeses ves que en realidad eran entre-mesas y que tu colega el cachondo se está comiendo todo. Bueno, ahora entrecot. “Lo siento caballero, el entrecot se ha acabado así que si no es mucha molestia le serviremos un bistec.” Empieza el tic del ojo. Bebes un sorbo y te dispones a degustar un maravilloso bistec que tiene más nervios que un niño en la noche de reyes. Llega el momento cigarro antes del postre y te levantas a ver si consigues hablar con alguien. En el camino te cruzas con tu chica y el subnormal que la acompaña a fumar. “¡Pero si tú no fumas cabrón!”. Te sientas 5 minutos ocupando su sitio pa hablar con tus amigos, tiempo justo en el que vuelve él con ella y te avisa de que ya están sirviendo el postre. ¡Mierda! Efectivamente, el gordo gracioso ya ha metido cucharada y te está preguntando, con la boca llena, si lo querías.
Bueno, 20€ por un poco de lechuga, media croqueta un bistec de esparto y un poco de vino no es tan caro. Pero resulta que el menú incluía solo 2 botellas cada veinte personas así que toca abonar la diferencia: 60€. Magnífico.
Viendo el percal, decides irte pa casa. Te despides con la mano.
- ¿Ya te vas ? dice ella.
- Sí, es que estoy muy cansado y mañana (domingo) madrugo (mentira).
- Que pena, no hemos hablado nada.
- Si quieres te llevo a casa y charlamos un rato.
- Es que ya he quedado con Juan que me lleva él. Ya te contaré (sonrisa pícara y guiño de ojo).
Y vas a por el coche contando los adoquines. De pronto recuerdas que lo habías dejado en minusválidos y piensas “es Navidad, ¿qué poli trabaja hoy?”. Pero no es Navidad, es 3 diciembre y además del madero, también ha venido el de la grúa que te ha cambiado el coche por una pegatina. Piensas en coger un taxi pero no te queda un duro, ‘sólo’ llevabas 60€… Y te sientas en la parada del bus disfrutando de la magnífica velada. Y cuando estás a punto de mandarlo todo a la mierda ves al otro, al que lo hace peor que tú, esposado y acompañado por dos guardias por aparcar en el hospital. Y te das cuenta de que podría ser peor. Te ríes tu solo y llega el bus, y en él otra chica con tu misma cara. Parece que le ha pasado lo mismo. Será una bonita historia.
Más que un monólogo, parece una peli española... Muy muy buena por cierto; idea para un corto. xD Las cenas de Navidad son así de desastrosas porque pretenden ser buenrollistas; y el buen rollo, si lo fuerzas, desaparece. El buen rollo es como un soufflé; tienes que dejarlo tranquilo porque sino, la cosa se desinfla. Me ha gustado, me ha gustado; me reconozco como una mezcla del tío que llega puntual y del gordo que se come todos tus entrantes. xDD ¡¡Feliz Navidad, con suerte, claro!!
ResponderEliminarBuena historia, aunque noto a faltar la post-cena, donde siempre se descubre a alguién que parecía una mosquita muerta y realmente es una Mantisreligiosa, y también la mañana siguiente, ese resacón y esos recuerdos borrosos donde intentas justificar las tonterías que hiciste.
ResponderEliminarJejeje, feliz año.
Loco