Al ver a esa niña de 15 años suspirar por su amor platónico
del que habla todo el día. Ese amor al que va a ver entrenar en secreto martes
y jueves. Al ver a ese chaval de 15 años que está dispuesto a darlo todo por
ella, desde su dignidad hasta su vida. Que es capaz de ayudarle a conseguir una
cita con otro solo para verla sonreir. Al ver sus caras de estúpida ilusión. De
alegre inocencia. Al ver como se parten sus vidas desde el corazón al llanto.
Al ver su auténtica decepción cuando su mundo se desmorona. Simplemente al
verlos, pensamos 'amor adolescente'.
Lo pensamos desde la madurez y la experiencia. Desde el
recuerdo. Y, sobretodo, desde la prepotencia del que ve al que se equivoca. Al
que aún no sabe. Pensamos que su relación no durará más que un curso y nos
reímos cuando nos cuentan que ya llevan dos meses juntos. Les abrazamos cuando
lloran pero pensamos que no es para tanto. En el fondo solo es una relación más
de la que un día se reiran si logran recordarla.
Creemos saber más del amor, de lo traicionero y fugaz que
puede ser. De sus idas y venidas. Y a veces hasta queremos enseñarles como se
ama de verdad. Cuando lo que tendríamos que hacer es recordar y volver a
aprender.
Creemos que nuestra experiencia nos hace expertos en el amor
cuando solo es un CV lleno de despidos. De relaciones que han acabado mal y nos
han dejado un poso de rencor, miedo, dudas... Un poso que se convierte en
muralla de minas y que se encarga de hacer explotar al primer mensajero de
felicidad que rompa una lanza para entrar en nuestro corazón.
Es cierto que hemos aprendido mucho de las formas y de los
errores. Sabemos más de las relaciones y de como llevarlas. Tenemos la cabeza
para controlar los altibajos y el capote de torear los problemas, aunque ese es
más difícil de manejar. Pero hemos olvidado como se ama sin tapujos. Hemos
olvidado darlo todo sin esperar nada a cambio. Hemos olvidado ilusionarnos con
un mensaje. No nos ponemos el collar de perlas como no nos quitábamos el
colgante de plástico que le costó tres pagas de la semana.
Hemos aprendido a sobrevivir pero se nos ha olvidado vivir.
Evitamos las grandes decepciones pero no llenamos el corazón.
¿Qué nos ha pasado? Seguramente la vida.
Cuanta verdad tipo con suerte! yo me pongo un collar baratito baratito con mucha ilusión y sonrisa embobada... muchas veces el plástico vale más y te hace más feliz que las perlas ;)
ResponderEliminarEres todo un poeta. Mi hijo tiene 10 años ahora, y mis sobrinas 12 y 14, me has hecho no solo recordar sino revivir aquella época. Me ha venido bien, recordar que todo se magnifica, desde el otro lado de la orilla las cosas se ven de otra manera y nos falta empatía. No sé si yo lloré o reí más en la adolescencia que ahora, pero si recuerdo que todo lo vivía intensamente. Bonito post, que nos recuerda que no es satisfactorio vivir una vida light y descafeinada. Un poquito de azuquitar y estímulo, puede que engorde y ponga nervioso, pero... está tan bueno....
ResponderEliminarQué razón tienes. Era emocionante enamorarse antes. Seguramente porque te enamorabas de una compañera, de una amiga que veías asiduamente y pasaba largo tiempo antes de que los demás (incluída ella) se dieran cuenta o de que tú te decidieras a hacer algo.
ResponderEliminarEse tiempo de espera es el verdadero amor. Durante ese tiempo eres capaz de aprender a hacer malabares o el murciélago colgado sólo para arrancarle una sonrisa. Un roce descuidado e inocente se convierte en una caricia exquisita. De repente charlar en un banco es mejor que jugar a la pelota. El tiempo que se espera con ella a que llegue su autobús o su madre no existe... Y así incontables ejemplos que uno mismo catalogaría de estúpidos unos meses antes.
El punto de inflexión de la relación: el primer beso. Todo el esfuerzo realizado mereció la pena. Nadie puede existir más feliz que tú en ese momento. Es la recompensa a un duro trabajo de meses. A partir de entonces todo tiene sentido. Todo es fácil, la relación rueda sola, va a mejor hasta convertirse la cosa más importante y deseada de tu vida.
Cuando, por desgracia, termina algo así no sólo se pierde a alguien querido. Se pierde a uno mismo por un tiempo. Se cae en un pozo en el que toda la sociedad de ahí fuera no tiene razón en nada sobre el amor. Porque algo así sólo ha podido pasarte a ti.
Cuando logras salir del pozo, efectivamente, apareces al mundo con un filtro antienamoramiento muy difícil de traspasar. Una protección que el tiempo y la confianza debilita y las malas experiencias la fortifican.
En fin, el desierto existe para que podamos sonreir con las palmeras.
Sigamos creiendo en el amor.
Amén Rebeca! Creo que el plástico conserva mejor el cariño :)
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado Mari Carmen. Es bueno recordar lo bueno que está el azúcar del que hablas y tienes una bonita ocasión de revivirlo ;)
Aitorazo just amazing! Me has hecho sonreír con esos recuerdos. Ese estar en clase pendiente de ella y la magnificación del mínimo roce. Me has hecho pensar en el primer beso. Y es cierto, la felicidad es lo que se siente al dar el primer beso. Gracias por las palmeras ;).