Lo que más me gusta
del año nuevo chino es que siempre me pilla desprevenido. Te levantas un día de
febrero y te dicen que es fin de año en China y tú te lo tienes que creer
porque, como yo, no tienes idea del calendario oriental. Ya que nos ponemos, te
diré que una amiga que ha vivido allí me ha contado que el calendario se basa
en las fases lunares y cae entre enero y febrero, por eso no coincide con el nuestro. También me ha contado
que si tienes suerte y tienes amigos chinos que te invitan a la fiesta podrás
tirar petardos, participar de la entrega de sobres rojos (el dinero más
comunista) y comer los fideos de la suerte (cuanto más largos, más suerte) y
los 12 raviolis (sus 12 uvas). ¡Y
lo mejor es que todo esto es fuera de programa!
Esta idea me hizo
reflexionar y creo que podemos aplicar este concepto a otras cosas de la vida.
Hace un tiempo hablamos de ser detallista, de como una pequeña cosa puede
generar muy buen rollo y traer mucha suerte, que es por lo que escribo cada
semana. ¿Y si le añadimos el factor sorpresa? Està muy bien hacer un regalo de
cumpleaños, unos bombones por San Valentín y una rosa por San Jordi, de hecho,
más allà de si es comercial o no, creo que estas cosas también generan buen
rollo. ¿Pero que pasa si regalas una rosa mañana? ¿Y si pruebas de decir
"te quiero" o reconocer el trabajo de un compañero sin venir a
cuento?
Hacer las cosas por
sorpresa tiene un punto mágico (si me permites la cursilería). Cada emoción
tiene una función específica y la sorpresa no podía ser menos. Nuestro coco,
que está pensado para sobrevivir, cuando ve una cosa que le sorprende pone toda
su atención para determinar rápidamente si hay que huir o acercarse. Si te
fijas, cuando te sorprendes todo el cuerpo se para, suben tus cejas y abres
bien los ojos para ver mejor y también oyes mucho más. Por eso, cuando
sorprendes a alguien, consigues captar su atención. Además, al ser inesperado,
el cerebro lo identifica como algo nuevo y se olvida por un momento de los
prejuicios. Si alguien que te cal mal hace algo bueno por ti, le empiezas a ver
de otra manera, te cae mejor. Por último, la memoria a largo plazo funciona por
repetición o por emoción. Cuando sorprendes a alguien, estás generando una
emoción y si además le gusta, ya tienes dos emociones, eso hará que la persona
se acuerde del detalle por mucho tiempo.
Mi primer año nuevo
chino fue un regalo de un compañero de erasmus. Antes de volver a su país me
regaló una camiseta de la selección de México y me pilló por sorpresa. El
detalle me encantó y me hizo cambiar mi visión al darme cuenta de que él
realmente me apreciaba. Es un detalle que no se me olvidará nunca y que fue el
principio de una gran amistad que me ha llevado a visitar el país del tequila.
No hace falta esperar
a la fecha señalada para hacer, decir
o dar una cosa buena; si es buena, no te la guardes. Así que hoy quiero dar las gracias a
Roberto por su detalle y a Raquel por compartir conmigo su experiencia china ¿Te
apuntas a practicar el año nuevo chino?
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