miércoles, 7 de mayo de 2014

Año nuevo chino


Lo que más me gusta del año nuevo chino es que siempre me pilla desprevenido. Te levantas un día de febrero y te dicen que es fin de año en China y tú te lo tienes que creer porque, como yo, no tienes idea del calendario oriental. Ya que nos ponemos, te diré que una amiga que ha vivido allí me ha contado que el calendario se basa en las fases lunares y cae entre enero y febrero,  por eso no coincide con el nuestro. También me ha contado que si tienes suerte y tienes amigos chinos que te invitan a la fiesta podrás tirar petardos, participar de la entrega de sobres rojos (el dinero más comunista) y comer los fideos de la suerte (cuanto más largos, más suerte) y los 12 raviolis (sus 12 uvas).  ¡Y lo mejor es que todo esto es fuera de programa!

Esta idea me hizo reflexionar y creo que podemos aplicar este concepto a otras cosas de la vida. Hace un tiempo hablamos de ser detallista, de como una pequeña cosa puede generar muy buen rollo y traer mucha suerte, que es por lo que escribo cada semana. ¿Y si le añadimos el factor sorpresa? Està muy bien hacer un regalo de cumpleaños, unos bombones por San Valentín y una rosa por San Jordi, de hecho, más allà de si es comercial o no, creo que estas cosas también generan buen rollo. ¿Pero que pasa si regalas una rosa mañana? ¿Y si pruebas de decir "te quiero" o reconocer el trabajo de un compañero sin venir a cuento?

Hacer las cosas por sorpresa tiene un punto mágico (si me permites la cursilería). Cada emoción tiene una función específica y la sorpresa no podía ser menos. Nuestro coco, que está pensado para sobrevivir, cuando ve una cosa que le sorprende pone toda su atención para determinar rápidamente si hay que huir o acercarse. Si te fijas, cuando te sorprendes todo el cuerpo se para, suben tus cejas y abres bien los ojos para ver mejor y también oyes mucho más. Por eso, cuando sorprendes a alguien, consigues captar su atención. Además, al ser inesperado, el cerebro lo identifica como algo nuevo y se olvida por un momento de los prejuicios. Si alguien que te cal mal hace algo bueno por ti, le empiezas a ver de otra manera, te cae mejor. Por último, la memoria a largo plazo funciona por repetición o por emoción. Cuando sorprendes a alguien, estás generando una emoción y si además le gusta, ya tienes dos emociones, eso hará que la persona se acuerde del detalle por mucho tiempo.

Mi primer año nuevo chino fue un regalo de un compañero de erasmus. Antes de volver a su país me regaló una camiseta de la selección de México y me pilló por sorpresa. El detalle me encantó y me hizo cambiar mi visión al darme cuenta de que él realmente me apreciaba. Es un detalle que no se me olvidará nunca y que fue el principio de una gran amistad que me ha llevado a visitar el país del tequila.

No hace falta esperar a la fecha señalada para hacer, decir  o dar una cosa buena; si es buena, no te la guardes.  Así que hoy quiero dar las gracias a Roberto por su detalle y a Raquel por compartir conmigo su experiencia china ¿Te apuntas a practicar el año nuevo chino?

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