Antes de empezar quiero aclarar que ningún
animal ha sido maltratado en la redacción de esta entrada ni por mí ni por el
señor Schrödinger. A este tipo un día se le ocurrió, seguramente en la ducha,
un experimento con un gato. La idea era poner el gato en una caja con un
mecanismo que liberaba un veneno letal. Este mecanismo sólo funcionaba un 50%
de las veces así que, pasado un tiempo, el gato tenía un 50% de probabilidades
de estar vivo y un 50% de estar muerto. Antes de que te asustes, no te
preocupes, este era un experimento teórico, nadie puso a ningún gato dentro de
una caja. Pero siguiendo con la idea, Schrödinger llegó a la conclusión de que,
hasta abrir la caja, no podrías saber si el gato estaba vivo o muerto, por
tanto el gato estaba vivo y muerto a la vez. De ahí viene la famosa expresión “la
paradoja de Schrödinger” que tantas veces habrás oído en los bares.
¿Y esto que tiene que ver contigo? Pues
resulta que la vida está llena de estas paradojas. Haces una entrevista de
trabajo y no sabes si te cogerán o no te cogerán; conoces a alguien y no sabes
si le gustas o no, te haces un análisis y no sabes si saldrá bien o mal… ¿te
suenan? Seguro que si te pones a pensar, encontrarás más de una situación en la
que te toca esperar a que te den una buena noticia o una mala. Ya de serie,
estas situaciones generan mucha tensión, de hecho la incertidumbre es uno de
los factores que generan más estrés. Como ya he comentado muchas veces, nuestro
coco está pensado para sobrevivir así que si no sabe qué pasará, no se puede
preparar y se pone de los nervios. Ante eso, lo que hace tu cerebro es intentar
anticiparse adivinando que pasará. Si eres optimista, te pondrás en el mejor de
los casos, todo saldrá genial, el gato está vivo así que voy a comprarle
comida. Esto te dará energía y buen rollo, que ya está bien, pero corres el
riesgo de que el gato esté muerto, te lleves una decepción y te tengas que
comer tú los 10kg de pienso o, en un caso más real, el alquiler del piso al
lado del trabajo que no te han dado. La otra opción es ser pesimista, pegarte
un hartón de llorar por el gato y comprar tierra para enterrarlo. Esta opción
aún me gusta menos ya que pasas un mal rato que te podrías ahorrar si el gato
al final está vivo. Por no hablar de lo que harás con el saco de tierra si el gato
sale maullando de la caja. Así que esta semana te propongo una tercera vía,
espérate a que se abra la caja. Si la puedes abrir, cosa que a veces no es
buena idea y otras veces simplemente no tienes ocasión; ábrela. I si no la
puedes abrir recuerda que el sufrimiento es un juego de atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario