Pan gallego

En tu día a día te llega un montón de información a través de los sentidos (imágenes, sonidos, etc…). Y con todo eso tienes que tomar miles de decisiones. Para poder procesar toda esa información, tu cerebro aprende de la decisión que tomó la última vez y de sus consecuencias. Así, la segunda vez que se encuentra con la misma situación actúa directamente. Eso hace que no tengas que volver a probar la mermelada amarga para saber que no te gusta. De la misma manera vas aprendiendo las cosas que puedes hacer y las que no. Además, desde pequeño te han enseñado lo que debes hacer o lo que no debes hacer.

La suma de todo esto hace que vivas tu día a día de una forma automática sin tener que parar a pensar cada cosa que haces. Eso te facilita mucho la vida, que de otra forma sería imposible. Sin embargo, el piloto automático hace que en muchas ocasiones no te plantees ninguna otra opción y te pierdas otros caminos que podrían ser mejores.

Hace unas semanas vimos que muchas veces lo que tienes automatizado como DEBES o PUEDES hacer en realidad son cosas que QUIERES hacer. Al darte cuenta de que las haces porque quieres te surge la pregunta ¿realmente quiero o no quiero? Así que de pronto se desactiva el piloto automático y ya tienes dos opciones entre las que elegir.

Pero esta semana quiero ir un paso más allá. Porque cuando tienes dos “opciones” en realidad lo que tienes es una alternativa. ¿Qué quiero decir? Pues que si tienes que elegir entre blanco y negro, en realidad la decisión se puede resumir en blanco o no blanco. Así que aunque has mejorado respecto a antes cuando no tomabas la decisión, parece que en realidad tampoco ha cambiado mucho porque sigues hablando solo de blanco.

Por eso el truquillo de esta semana es que cuando vayas a tomar una decisión hagas el esfuerzo por buscar al menos 3 opciones. De esta manera empezarás a pensar en cosas que quizás no se te habían ocurrido. Cuantas más opciones busques, más diferentes serán de tu primera opción y quizás surjan nuevos caminos. Por ejemplo, en vez de elegir entre blanco o negro, plantéate el rojo, el azul, el verde… Es una buena idea plantearse incluso cosas que ya sabes que no te convencen porque quizás luego den pié a una idea mejor.

Por ejemplo, mi madre siempre me preguntaba si quería pan bimbo o barra de cuarto para el bocadillo de la merienda porque era lo que había en casa y yo siempre elegía la barra. Después de tantos años de comer bocadillos de barra de cuarto, hoy en día ya no me planteo hacerlo de otra cosa. Es más, aunque tenga que ir a comprar pan, solo me planteo comprar bimbo o barra de cuarto. Sin embargo, un día compré un pan gallego y me gusto mucho más. Y por eso cuando voy a comprar pan miro a ver si hay alguno nuevo.


Así que la próxima vez que vayas a comprar pan, mira a ver si hay alguno otro que te guste más. Deja el blanco y negro y empieza a pensar en colores. Y después de unas semanas me cuentas qué tal la experiencia y si has descubierto alguna cosa nueva.