Después de un estudio científico, psicológico y muy
riguroso, hecho con camareros de Madrid.; llegaron a la siguiente conclusión:
Un camarero es capaz de recordar todo lo que ha pedido cada
comensal hasta el momento de pagar la cuenta. Pero una vez pagada, es incapaz
de repetir lo que ha pedido cada uno.
Para los interesados, no, no tengo el estudio ni las
referencias. Podría ser un mentirusco de los buenos, totalmente de acuerdo.
Pero más que intentar que creas en un estudio a pies juntillas, esta semana te
traigo una reflexión que tu mismo habrás podido constatar: Nos acordamos de las
cosas pendientes.
Como hemos dicho unas mil veces, el cerebro está pensado
para sobrevivir (que es lo que lleva haciendo la mayor parte de su historia).
Una técnica que tiene para conseguirlo es que darte la brasa con las cosas que
tienes pendientes. ¿Por qué? Pues porque si en algún momento has considerado
que era una cosa que tenías que hacer, sería importante y te la tiene que
recordar hasta que la hagas.
Así que: si te digo que arreglaré algo, lo haré. No hay
necesidad de recordármelo cada seis meses. No te preocupes, de eso se encarga
el cerebro.
A veces se manifiesta en forma de preocupación y no paras de
pensar en ello. Tengo que estudiar, tengo que estudiar, tengo que estudiar… Tengo
que adelgazar, tengo que adelgazar, tengo que adelgazar… tengo que beber,
tengo… Bueno, a cada uno lo suyo.
Otras veces es un runrún. Una mosca detrás de la oreja que
habla tan bajito que no te enteras. Te pasas todo el día pensando: tengo que
hacer algo y no se qué es, seguro que me estoy olvidando algo…
De una forma o de otra, tu amigo de materia gris te estará
molestando sin parar. ¿Hasta cuando? Pues muy sencillo, hasta que cierres el
tema.
En algunos casos cerrar el tema es tan sencillo como hacer lo
que tienes pendiente. ¿Que tienes que llevar la ropa al tinte? La llevas. ¿Que
tienes que estudiar? Estudias. ¿Que tienes que beber? Me llamas. Como ves, este
truquillo tampoco es física cuántica. Estoy seguro que ya lo sabías. En otros
casos son temas más complejos que incluso dependen de otras personas. Una
discusión con un amigo, una ruptura de relación (y ya de paso de corazón), un
examen… Ahí la cosa se complica y no puedes hacerlo en el momento.
¿Qué pasa si no lo hago ahora? Si no puedes hacerlo ahora o
no te da la real gana porque estás muy a gusto en el sofá, no pasa nada. Perfecto.
Estás en tu derecho y nadie puede decirte nada salvo tu jefe, tu madre o el
vendedor de Ikea que quiere echar el cierre. La pregunta es ¿lo vas a hacer en
otro momento? Si lo vas a hacer en otro momento y no quieres tener el runrún en
la cabeza todo el día, el truco es sencillo: agéndalo. Ponle fecha. No lo hago
hoy pero lo haré el martes. El cerebro es como la alarma del móvil. Si no le
haces caso sigue sonando hasta reventar. Así que es tan sencillo como
reprogramarla y te dejará tranquilo hasta la nueva fecha. Ojo, que no tienes un
botón detrás de la oreja así que no se puede desconectar completamente. Pero ya
verás que suena bastante menos y vives más en paz.
Pero pongamos que no lo vas a hacer otro día. Algunas veces
será porque no te da la gana y otras porque no puedes, no depende de ti. Como
habrás adivinado, te va a tocar apagar la alarma.
Si no puedes hacer nada para cambiar la situación por lo
menos podrás hacer algo para no estar pendiente de ello. Para que no te suene
el pitido cada dos segundos. Cerrar el tema en tu mente. Paga la cuenta.
Pongamos que acabas de
cortar con tu pareja y no vais a volver. Ha llegado el momento de coger tu goma
y borrar dos puntos suspensivos y dejarlo en un punto final. Si ya habías
escrito continuará, bórralo también. Cierra el libro y déjalo en la estantería.
Quizás en unos años la vida te lleva a escribir la segunda parte pero será en
otro tomo. Ahora toca empezar un libro nuevo. ¿Qué vas a escribir?
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